La revolución tecnológica que estamos viviendo estos últimos años no ha venido sola sino que ha traído consigo, entre muchas otras cosas, nuevos modelos de negocios. Entre ellos, desde hace pocos años, ha surgido un modelo llamado “Freemium” que, como bien indica la palabra, hace referencia a lo gratis (free) y a privilegios a cambio de un precio (premium).
El modelo de negocio freemium ofrece un producto con acceso gratuito de entrada, limitado o no, a cualquier usuario y, al mismo tiempo, o más adelante, la empresa facilita la posibilidad de adquirir una serie de servicios con valor añadido y sin límites mediante el pago de un precio o suscripción, de manera que el usuario “no premium” pueda ver atractiva esta ampliación de servicios.
En la actualidad, el freemium está presente en una gran cantidad de productos digitales como los programas de ordenador, servicios online, videojuegos o aplicaciones móviles. Sin embargo, la modalidad freemium que puede aplicarse a estas nuevas tecnologías es muy variada. Así, existen muchas maneras de limitar el acceso gratuito, ya sea por restricción temporal, anuncios, limitaciones de usos, capacidad y un sinfín de posibilidades.
Por un lado, la restricción temporal es una limitación poco atractiva para los usuarios y más sabiendo que vivimos en la “cultura de lo gratis”. No obstante, es un método bastante recurrido por parte de muchas empresas como las que proporcionan bases de datos, donde ofrecen un período temporal de prueba en el que, el usuario, al finalizar éste, decide si seguir utilizando el producto a cambio de un precio o no.
Por otro lado, una de las limitaciones más seductoras y menos restrictiva es el añadido de publicidad de terceros, esto es, que mientras estás utilizando el servicio, te aparece publicidad de terceros. Esta restricción mediante anuncios, además de financiar el negocio, puede llegar a ofrecer la totalidad del servicio de manera gratuita. Si bien, el usuario en este caso, puede sentirse molesto por la publicidad recibida y puede ser que quiera proceder a eliminar los anuncios mediante la suscripción o pago. Esta modalidad está presente en muchísimas aplicaciones móviles y es una técnica muy socorrida por los pequeños emprendedores para financiar sus proyectos. Esta limitación aparece, por ejemplo, en las plataformas de streaming como Twitch (vídeo) o Spotify (música).
Otra limitación que podemos encontrar se encuentra en la capacidad, aunque es cierto que únicamente va dirigida a un tipo de producto. Estamos hablando de productos o servicios que se ofrecen en “la nube”, un almacenaje de datos digitales que se encuentran en un conjunto de servidores a los que puedes acceder desde cualquier sitio y con varios dispositivos. En este caso ofrecen una cantidad limitada de espacio gratuito y a la vez la posibilidad de ampliarlo mediante una suscripción. El ejemplo más conocido que sigue este modelo de negocio es Dropbox. Estos sistemas de almacenaje online pueden llegar a suponer un riesgo jurídico para el usuario. De este modo, el hecho de que el usuario suba gratuitamente sus datos a la nube sin ser consciente de las finalidades del tratamiento de esta información, puede suponer cierta inseguridad, pues la mayoría no lee, no recibe la información previa, ni le solicitan autorización expresa para el tratamiento de sus datos; o bien simplemente la plataforma no cumple o no está adaptada a los requisitos legales en materia de protección de datos. Además, aunque aparentemente pueda verse como gratuita, en realidad, muchas de estas plataformas analizan el comportamiento de los usuarios, cediendo o vendiendo esta información a terceros.
No siempre tiene que tratarse de una restricción del producto, también pueden adquirirse valores añadidos que no afectan al acceso completo y gratuito de éste. Localizamos este modelo sobretodo en muchos videojuegos “massively multiplayer online” gratuitos, donde el jugador tiene la posibilidad de obtener elementos meramente estéticos mediante pago.
Existen y faltan por determinar muchas más maneras de enfocar los modelos de negocio freemium por lo que tendremos que ver cómo evoluciona los próximos años. El mercado de los productos digitales está globalizado y cada vez es más competitivo. Por ello, este nuevo modelo, permite el acceso a cualquier usuario sin perder ni un céntimo, dejando que él valore si ese proyecto es merecedor de una inversión para tener acceso a una ampliación del servicio o no, de tal manera que se incentivan mucho más los productos innovadores y originales.
Tras el éxito y el impacto que se ha producido en la industria móvil del modelo freemium, la Comisión Europea pretende llevar a cabo investigaciones sobre ciertas prácticas que no parecen muy correctas. La intención de ello, ante todo, es proteger y beneficiar al usuario o consumidor frente a estos productos o servicios. Así, cuando se descarga un producto o se accede a unos servicios, que se anuncian como gratuitos, esta condición de gratuito puede perderse si los usuarios terminan pagando para progresar o seguir utilizando el mismo. La problemática reside en las prácticas abusivas, pues hay que ver si al usuario se le informa correctamente de que este producto no es totalmente gratuito y cómo se le informa. Paralelamente, en el caso de que el usuario tenga que registrarse u ofrecer algún dato personal al propietario de la plataforma para el disfrute sin coste, ¿podría llegarse a decir que es realmente gratuita? Está claro que los datos personales son muy valiosos y, aunque todavía no se grava fiscalmente esta explotación, claramente se puede considerar un precio que estamos pagando.
Los nuevos emprendedores que utilizan esta categoría, llamada freemium, y que tratan datos personales de los usuarios, deben estar preparados para brindar un escenario jurídico seguro hacia los usuarios cumpliendo con las exigencias jurídicas. Al mismo tiempo, debemos estar atentos a la inminente regulación de este modelo, pues el mercado tecnológico sufre una constante evolución y, por desgracia, la protección de los usuarios no logra anticiparse y en consecuencia, muchas veces no consigue llegar a tiempo.
Artículo redactado por Ramon Planas, supervisado y coordinado por Vanesa Alarcón y Ana M. Vega
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